A la izquierda un montón de muebles rotos y cascotes muestran la destrucción sufrida por algún desastre natural o tal vez por la guerra.
El fondo del escenario permanece en la oscuridad.
A la derecha un cuadro precariamente colgado de la pared. Es el retrato de una mujer en el esplendor de la juventud, va tocada con un gracioso sombrerito inclinado a la derecha de la cabeza, el pelo cae sobre los hombros en suaves ondas y su color roza el rojo intenso.
En ese momento la luna aparece por la abertura del techo e ilumina el fondo del escenario. Un balcón en ruinas que se abre a la oscuridad de la noche, las estrellas titilan en el negro cielo.
Un viejo gramófono reposa en el suelo del balcón y sin previo aviso una antigua música empieza a sonar, su tono es metálico y algo desacompasado. El disco gira a trompicones imprimiendo a la música un tono algo lúgubre.
En el centro del escenario una chaise longue. El tapizado de grandes flores muestra sus entrañas aquí y allá, se diría que ha sido acuchillado. Los colores se han diluido y han adquirido tonos sepia.
Del techo pende una gran lámpara de araña, se adivina que en otro tiempo tuvo una gran prestancia. A pesar de la penumbra reinante algunas de sus lágrimas centellean de vez en cuando al contacto con la suave brisa que la mece permitiendo que un solitario rayo de luna incida en ellas.
A la derecha del escenario casi en las candilejas una puerta chirria suavemente. Alguien entra por ella. Es una mujer. Anda algo encorvada apoyándose en un bastón.
Luce un gracioso sombrerito inclinado a la derecha de la cabeza, el pelo ralo y encrespado, cae sobre sus hombros hundidos, su color es de un gris sucio.
Se acerca a la chaise longue saca de un bolsillo un ridículo pañuelito y lo deposita sobre uno de los múltiples tajos de la tapicería.
Se sienta muy erguida, la música sube de tono, la luna se retira y las sombras poco a poco se adueñan del escenario.
Se cierra el telón.
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Esto ha sido para demostrar lo fácil que es poner una palabra después de otra para acabar no diciendo NADA.
Dedicado a todo/as los que, como yo misma, charlamos por los codos.