EL GRAN DESEMPAQUETADOR

Érase que se era una villa donde vivían gentes de todos tipos como en cualquier villa. Pero esta tenía algo especial, uno de sus habitantes había encontrado la forma de hacerse con el tabaco que varias empresas almacenaban a las afueras, Túneles antiguos le permitían escabullirse hasta las instalaciones y atrapar cigarrillos, puros, tabaco de pipa, etc. o sea todo aquello que sus amigos y familiares y él mismo necesitaban para que sus vidas no se convirtieran en un infierno, porque todos eran adictos al tabaco en sus distintas formas.

El hombre manipulaba hábilmente los productos subrepticiamente adquiridos, los desempaquetaba, los revolvía, cambiaba sus nombres a veces el contenido y volvía a empaquetarlos añadiendo en un rinconcito un copyright que le identificaba como el Gran Desempaquetador.

Pasado un tiempo advirtió que otras gentes también eran tabaquistas (nombre que daremos a los adictos al tabaco) y decidió ofrecer sus habilidades de forma totalmente gratuita a todo aquel que lo deseara, de manera que inauguró su propio espacio tabaquero.

Casi de inmediato su tienda se llenó de gentes ansiosas por recibir el objeto de su deseo.

Le alababan, la hacían trajes de saliva, reclamaban su santificación, besaban el suelo que pisaba, andaban de rodillas para mantenerse a nivel inferior que el Gran Desempaquetador, título que todos admitían era totalmente merecido.

Al poco advirtió que se abrían sucursales a las que él no había autorizado y que tenían la desfachatez de cambiar su señal por un copyright fraudulenta puesto que el único, el verdadero Desempaquetador era sólo, única y exclusivamente él.

Incluso algunas de las sucursales autorizadas por él cometían fraudes adjudicándose la manipulación tabaquera, ¡Traición! gritó, ¡Traición! gritaron sus fieles, terribles acontecimientos se acercaban pero sólo el Gran Desempaquetador sabía qué hacer.

Una terrible mañana los fieles se dirigieron al Templo del Gran Desempaquetador y ¡oh! el cielo se derrumbó sobre sus cabezas ¡Había cerrado sus puertas! No solo eso sino que grandes carteles colgaban aquí y allí, anunciando que el Espacio Primigenio del Gran Empaquetador había sido asaltado y que nunca más podría entrar ¿Y ahora qué hacemos? Gritaban los fieles, se mesaban los cabellos, se rasgaban las vestiduras, clamaban al cielo por el retorno de su Maestro, ¡necesitamos nuestra droga! ¡Sin tabaco moriremos! ¡Vuelve! ¡Vuelve! Lloraban desconsolados pero nada cambió, las puertas continuaron cerradas.

Pasados unos días y empujados por su adicción muchos de ellos se dirigieron a las sucursales, necesitaban su ración y no importaba dónde adquirirla y empezaron a adorar a los nuevos Desempaquetadores, ¡Qué bien desempaquetas! decían a los que antes consideraron traidores, ¡Dame más! ¡Dame más! Y así siguió la cosa hasta que el Gran Desempaquetador decidió acabar con tanta maldad.

¡Aquí estoy de nuevo! Gritó, y todos se volvieron acongojados hacia la voz que les llamaba.

En la puerta del espacio primigenio se hallaba la imponente figura del Primer Gran Desempaquetador, levantó una mano, extendió su larguísimo dedo índice y señaló a uno de sus antiguos fieles, ¡traidor! dijo, señaló a otro y tu también, y tú y tu y así siguió hasta haber desenmascarado a aquellos que le habían apuñalado por la espalda. 

Reflexionó un poco y volvió a girarse de cara a la multitud, levantó otra vez el dedo y anunció: a ti te perdono, y a ti y a ti, a ti ni te culpo ni te perdono, no sabías lo que hacías, tu eres inocente y tu también, finalmente todos recibieron el dictamen del Gran Maestro Desempaquetador, el Único, el Primero, el Inimitable, hecho lo cual se retiró a sus cuarteles de invierno anunciando que cuando las existencias de su espacio se acabaran entonces sí lo cerraría definitivamente puesto que el stress producido por tantas deslealtades le habían agotado y necesitaba descansar.

De nada sirvieron las súplicas de sus seguidores, de nada las oraciones que éstos elevaron a cielos e infiernos varios, de nada las abundantes lágrimas que empapaban los bajos de su túnica, se retiró a los cuarteles de invierno o de verano quién sabe y nunca más se volvió a saber de él…. Bueno nunca más es mucho tiempo y con el tiempo si se le vio sí, pero esa parte del cuento merece ser contada por separado.

Mañana más.