Os pongo en antecedentes. No me gusta madrugar, madrugué cuando mi madre me parió a las seis de la mañana y no me gustó la experiencia desde entonces madrugar y yo somos incompatibles.
Yo no duermo: me muero, no me despierto: resucito.
Mi cerebro sufre un retraso de una hora desde que me despierto hasta que empieza funcionar, cumple las tareas instintivas: respiro, ando, me rasco si algo me pica, hasta soy capaz de tomarme un café, pero pensar lo que se dice pensar no.
Mis facciones tienen una belleza... distraída, y recién despierta además de distraída abotargada.
Y lo peor de todo son los pelos. Mi peluquera dice que están más disparados que una bala. Eso cierto pero el símil se queda en nada por la mañana, ya que más parecen un bosque de cohetes apuntando fijamente a no se qué coño de lejana galaxia.
Además de todo esto mis matutinas resurrecciones vienen acompañadas de una mala leche de no te menees.
Os habéis hecho una idea ¿no?
Bueno, pues esta mañana a la mala leche habitual se ha sumado que a una hora intempestiva para mí alguien me ha despertado, ese alguien era un hombre en mi ventana, si, si, un hombre en mi ventana (vivo en un 2º sin ascensor).
En circunstancias normales la precaución habría sido la norma de conducta pero acababan de resucitarme A LAS 8 DE LA MAÑANA y lo que hecho ha sido abalanzarme sobre el intruso (después de abrir la ventana, claro) y susurrarle "que coño haces aquí". Lo del susurro no ha sido por respeto a los vecinos sino porque mi cerebelo no daba para más.
Y por ahí viene lo del susto. Imaginaros el panorama que ha contemplado el pobre muchacho. Una especie de basilisco con ojos como navajazos en un tomate, un bosque de cohetes en la cabeza y voz de ultratumba pidiéndole explicaciones. No se ha caído de la grúa de milagro, los ojos no se le han salido de las órbitas porque los debe tener pegados con pegamento y medio y no se ha descuajaringado la mandíbula porque debe llevar remaches que si no…
"El alcalde... él... esto... los carteles, que... bueno ya sabe" No sé cómo he sido capaz de entender que estaba colgando carteles de propaganda electoral.
Y como dice mi tía "cuerpo triste métete por donde saliste" o sea he vuelto al sobre, he planchado la oreja, he cosido el párpado que me he vuelto a la cama vaya y por supuesto me he vuelto a dormir.
Cuando he re-resucitado no me acordaba del incidente hasta que la sombra de un cartel de propaganda electoral se ha paseado por mi comedor.
La panzada de reír que me he echado a cuenta del susto del pobre muchacho.
Así ha pasado y así os lo he contado.