Vivo donde vivo desde 1990 y desde esa fecha tengo un pretendiente, debo decir que en esa época yo era una mujer madura y de buen ver, pero han pasado ¿Cuánto? ¿20 años? y el tiempo no pasa se queda en nosotros, en nuestra cara, nuestro cuerpo, etc.
El otro día tuve que acercarme a la bodeguilla que hay justo enfrente de mi casa, mi aspecto físico me importa no uno sino tres cominos, mis canas me gustan, las arrugas están ahí porque se lo merecen, el descolgamiento de piel y carne son propias de mi edad y ni me fijo en ellas, así que me adecenté lo justo, lo necesario. Me hice una coleta que más que eso parecía una brocha de afeitar clavada en mi nuca, y así mismo con mis zapatillas mis calcetines, mi pijama y mi bata de boatiné me lance al mundo.
Mientras luchaba con la máquina-maléfica intentando sacar tabaco de sus tripas, alguien me saludó, miré y vi a mi eterno pretendiente.
Hola, saludé, porque una cosa es una cosa y la educación otra.
Preguntas retóricas, respuestas innecesarias y llegamos al meollo: ¿y tu madre? ¿Cómo está?
Años atrás el hecho de que mi madre viviera conmigo había resultado la excusa ideal para alejarlo de mi casa, pero claro no podía decirle que estaba bien cuando lleva más de dos años fallecida.
Le informé del triste suceso e inmediatamente y sin venir a cuento insistió en lo mismo que desde hace 20 años viene proponiéndome: ¡Ah! Pues uno de estos días paso por tu casa y si tienes problemas con el ordenador o algo veo si te lo arreglo.
Veamos, este señor jamás, insisto, jamás, ha pisado mi casa, nunca le he dado la más mínima opción a pensar que entre él y yo podía hacer algo más que un saludo de vecinos, además debo decir que me produce un cierto repelús, tiene algo que me repugna un poco, así que yo pregunto ¿tanto cuesta darse cuenta de que no es no? ¿Después de 20 años de fracasos aún no capta la evidencia?
Ya sé que podría decirle así a lo bestia, “para ya coño, que nunca, nunca vas a pisar mi casa, no me gustas, más bien me molesta tu presencia y tu persistencia es un engorro insoportable” pero es que es un tío educado, sólo que insiste en visitarme en mi casa, nunca me ha propuesto nada, ni se ha insinuado más allá de decirme que soy muy guapa, etc. etc.
Como no podía ser de otra manera, al día siguiente una llamada al portero automático que por supuesto obvie.
¿Es sordo? ¿Idiota? ¿Es ciego? ¿O cree de verdad que el que la sigue la consigue?, le pediré opinión al niño tonto y a su hermana boba, porque aunque no lo parezca tienen respuesta para todo.
El otro día tuve que acercarme a la bodeguilla que hay justo enfrente de mi casa, mi aspecto físico me importa no uno sino tres cominos, mis canas me gustan, las arrugas están ahí porque se lo merecen, el descolgamiento de piel y carne son propias de mi edad y ni me fijo en ellas, así que me adecenté lo justo, lo necesario. Me hice una coleta que más que eso parecía una brocha de afeitar clavada en mi nuca, y así mismo con mis zapatillas mis calcetines, mi pijama y mi bata de boatiné me lance al mundo.
Mientras luchaba con la máquina-maléfica intentando sacar tabaco de sus tripas, alguien me saludó, miré y vi a mi eterno pretendiente.
Hola, saludé, porque una cosa es una cosa y la educación otra.
Preguntas retóricas, respuestas innecesarias y llegamos al meollo: ¿y tu madre? ¿Cómo está?
Años atrás el hecho de que mi madre viviera conmigo había resultado la excusa ideal para alejarlo de mi casa, pero claro no podía decirle que estaba bien cuando lleva más de dos años fallecida.
Le informé del triste suceso e inmediatamente y sin venir a cuento insistió en lo mismo que desde hace 20 años viene proponiéndome: ¡Ah! Pues uno de estos días paso por tu casa y si tienes problemas con el ordenador o algo veo si te lo arreglo.
Veamos, este señor jamás, insisto, jamás, ha pisado mi casa, nunca le he dado la más mínima opción a pensar que entre él y yo podía hacer algo más que un saludo de vecinos, además debo decir que me produce un cierto repelús, tiene algo que me repugna un poco, así que yo pregunto ¿tanto cuesta darse cuenta de que no es no? ¿Después de 20 años de fracasos aún no capta la evidencia?
Ya sé que podría decirle así a lo bestia, “para ya coño, que nunca, nunca vas a pisar mi casa, no me gustas, más bien me molesta tu presencia y tu persistencia es un engorro insoportable” pero es que es un tío educado, sólo que insiste en visitarme en mi casa, nunca me ha propuesto nada, ni se ha insinuado más allá de decirme que soy muy guapa, etc. etc.
Como no podía ser de otra manera, al día siguiente una llamada al portero automático que por supuesto obvie.
¿Es sordo? ¿Idiota? ¿Es ciego? ¿O cree de verdad que el que la sigue la consigue?, le pediré opinión al niño tonto y a su hermana boba, porque aunque no lo parezca tienen respuesta para todo.