
La mayor parte de habitantes de este mundo televisero eran pequeños, había uno al que ni ellos consideraban como uno de los suyos puesto que no tenía antenas, ni cable eléctrico con el que enchufarse, llevaba por atrás como una puertecilla y unas cositas cilíndricas con unas señales como estas: + y -. La pobre seudotele reivindicaba su condición:


Un día se abrió la compuerta que las separaba del universo externo y una nueva habitante entró a formar parte del grupo.

-Joder chica que yo no tengo la culpa de que te hayan desahuciado, ya sabes que tú sin mí no eres nada, así que un poco más de cuidado- y muy ufano se quedó allí de pie mirándolas a todas.

Las otras curiosonas se acercaron a la Gran Tele- ¿qué es eso?-preguntaron- Un mando a distancia, respondió ella.
-¡Aaaaah! ¿Y que es un mando a distancia?
-Lo que hace que funcionemos.
-Nosotras no lo necesitamos funcionamos con esto- y mostraron su cable eléctrico.
-Esto es nuestra energía vital pero él –y señaló al dicharachero mando- es el que hace que sonriamos o lloremos, que películas, series y cosas así vengan a nosotras
-¿Entonces estos botones que tenemos para que sirven?
-Ya para nada dijo la Grande, ahora nuestras descendientes llevan una cosa llamada TDT y de ahí se alimentan, aunque la energía vital les llega por el mismo sistema que a nosotras, con esto-y señaló el cable eléctrico.
El Enorme se acercó para ver a qué se debía tanto alboroto en sus dominios. Cuando se encontró de frente con la Grande todos sus circuitos chisporrotearon y las antenas se replegaron ¡era más grande que él!
-Esto…. Y qué cómo va por aquí-dijo como quien no quiere la cosa.
-Bien- contestó la Grande.
-Se te ve de buen ver y sana ¿cómo no estás en activo?
-¿Lleváis mucho tiempo en este universo televisero verdad?-preguntó. Veréis…. Y acto seguido les explicó que en el mundo exterior las cosas eran muy diferentes a como ellos las recordaban, que esas antenas que tan orgullosamente lucían no servían para nada, que esos botones relucientes eran un recuerdo casi prehistórico, que lo más moderno que allí habitaba era la minitele, y así siguió explicando y explicando, hasta que mirando al Grande le dijo- y eso que te cuelga y que usas para asustar a las pequeñas no sirve de nada sin un enchufe al final o sea que menos presumir, que con esos cables colgando haces el ridículo.
Desde ese día la vida en el mundo televisero fue pacífica, de vez en cuando se abría la puerta del mundo exterior y se sumaba algún que otro mando a distancia, unas antenas viejas que nadie reclamó como suyas, incluso un día llegó una cosa que dijo ser una TDT externa.
Mientras todo esto sucedía en el mundo televisero, afuera en el mundo exterior un enorme y plano televisor de plasma con su compañero el mando a distancia, reposaba ciego y mudo a la espera de que un dedo mágico le diera vida.
Y colorín colorado….