LA HECHICERA EN SU TORRE DE CRISTAL



Una hechicera muy poderosa vivía en su torre de cristal alejada del mundanal ruido.
Un día mirando por una de las ventanas de la almena vio un grupo de gente bailando y cantando, parecían felices y por primera vez en sus muchos años decidió ver de cerca a esas gentes y sus costumbres.
Tardó mucho en bajar las largas escaleras de la torre porque bajaba 4 y retrocedía 2, experiencias anteriores la aconsejaban que se mantuviera a salvo en su torre, pero los cantos y las risas en la plaza le llamaban la atención.
Finalmente llegó a la calle y desde la puerta de su casa miró a las gentes, observó sus gestos, oyó sus risas y le pareció que de verdad estaban felices.
Al día siguiente volvió a salir y contemplar los juegos con los que se divertían aquellos desconocidos, siempre eran los mismos un grupo que al parecer disfrutaba de la mutua compañía, de vez en cuando alguien se unía a sus risas permanecía un rato y luego se iba, pero aquel grupo que inicialmente le había llamado la atención se mantenía durante horas en aquel mismo sitio compartiendo bromas y risas cómplices.
Semanas estuvo la hechicera observando la evolución del alegre grupo, finalmente y venciendo todas sus reticencias se acercó con precaución y saludó tímidamente
-Hola- dijo
-hola hechicera, hola mujer, hola usted, hola ¿como estas? –preguntaron todos al unísono.

Y así se inició el contacto entre el alegre grupo y la hechicera, pasaron días en los que ésta bajaba diariamente a la plaza para participar en los juegos que el grupo inventaba, semanas pasaron hasta que los temores de la hechicera empezaran a enseñar sus feas antenas.
Desconocidos motivos llevaron al grupo a una agria pelea de la que la hechicera se mantuvo tan  alejada como pudo, replegó su cuerpo y se metió en la torre viendo desde la puerta como aquellas buenas gentes se lanzaban invectivas, al poco alguien del grupo se acercó a pedir su opinión, luego otro y así hasta que todo el grupo la invitó a participar y si era posible mediar en el conflicto.
Desoyendo el runrún que le llegaba desde el cerebro acudió a echar una mano en la medida de sus posibilidades. Lágrimas corrieron por las mejillas de todos y cada uno de los participantes en la deseada reconciliación.
Poco tardaron en llegar a la conclusión de que estaban tan imbricadas sus vidas que no podían pasar los unos sin los otros.
Otra vez los juegos y las risas volvieron al grupo, la hechicera participaba de ellos con alegría pero sin integrase totalmente, algo en el aire la advertía de que el Sr. De lo Absurdo rondaba por esos lares.
Un día llego allende los mares una linda mariquita de brillantes colores azules, casi de inmediato se unió al corro y saltaba y bailaba y reía y piropeaba con grandes voces y en ese momento el Sr. De lo Absurdo hizo su aparición, metió sus largos dedos en los cerebros y revolvió los pensamientos y las palabras acudieron a las bocas sin contención.
La hechicera contempló con gran pesadumbre como el antes alegre grupo se disgregaba, lanzando invectivas mientras se alejaban unos de otros, recordando antiguos resquemores largo tiempo callados y poco a poco las voces callaron, las canciones dejaron de oírse y los bailes se convirtieron en gestos amenazantes.
La hechicera volvió a su torre de cristal desde donde lo veía todo pero nada atravesaba sus paredes.
El silencio se adueñó de nuevo del entorno y sólo lejanos ecos le recordaban que un día hubo un grupo de gente que sonreía y compartía alegrías.
Allí sigue la hechicera con la esperanza de que un día el Sr. De La Cordura aparezca y las voces alegres lleguen hasta su torre, aunque su runrún interior le diga que es inútil la espera.