Si, ya sé que parecía que el niño tonto la había palmado esperando a que a las ranas les creciera pelo, pero no, es tonto pero no tanto, los huesos eran de los pichones que el cucú había echado del nido, además yo lo creé y si me da la gana lo resucito.
El caso es que el niño tonto un día fue a hacer un recado que su madre le había encargado, al llegar al sitio una voz desde la parte trasera de la tienda le grito: Póngase cómodo ahora mismo vengo. El niño tonto miró en derredor y vio varias sillas y allí que se fue a depositar su culín sobre una silla bien mullida.
Le colgaban las piernecillas y empezó a moverlas adelante y atrás golpeando con sus tacones una de las patas.
-¡Estate quieto!- el niño tonto miró alrededor pero no vio a nadie o sea que siguió con su golpeteo
-¡Oye niño que te tiro al suelo eh!-al niño le pareció que la voz venía de sus espaldas o sea que de un saltito bajó al suelo y miró con atención el respaldo de la silla.
-¿Me habla usted señora silla?
-Sí, ¿qué pasa que nunca has visto hablar a una silla?
-Pues la verdad que no, pero es que soy tonto ¿sabe?
-Ah pues será por eso, bueno que mejor te sientas en otra parte que estoy ya muy mayor para aguantar a un niño tonto y encima impaciente.
Desde la pared de enfrente otra silla chistó al niño tonto
-Chist, eh niño ven aquí.
-Dígame usted
-Te ofrezco mi asiento, anda úsame nene
El niño tonto se sentó e inmediatamente saltó al suelo.
-Uy! Está usted muy dura, muy incómoda si me permite decírselo.
-Sí, ya lo sé, me han recauchutado y me han dejado hecha unos zorros.
-¿Recauchutado?
-Ah! Claro que eres tonto, hay que explicártelo todo, pues que me han puesto un tapizado nuevo y me han dejado sin relleno los muy inútiles, pero a lo mejor tu me puedes ayudar.
-Dígame usted, pero recuerde que soy tonto, me lo tendrá que explicar de pe a pa.
-Sí, si no te preocupes, ves ahí detrás del mostrador y veras unos alicates ¿sabes qué son los alicates?- el niño asintió con la cabeza, bien pues los coges y vuelves aquí, el niño hizo lo que doña silla le decía, ya de vuelta la silla dijo, -¿ves estas tachuelas alrededor de mi culo? Otra vez el niño asintió, pues coges la cabeza de cada una de ellas y tiras con fuerza.
-¿Y qué va a pasar? Preguntó el niño tonto
-Eeeeeh, puuuues nada especial, sólo que así verán que se han dejado de poner el relleno, que soy una silla incómoda y me arreglarán como dios manda.
-Vale, dijo el niño y empezó a tirar con todas sus fuerzas de una de las tachuelas, sacó una, sacó dos, y así hasta llegar a la que estaba en una de las esquinas.
-¡Esa, esa! Saca esa yaaaaaaaa! Le gritó la silla.
El niño tonto se extrañó del ansia de doña silla de manera que se agachó y miró atentamente por la ranura que el mismo acababa de abrir, y allí vio un muelle a punto de saltar, vibraba y apuntaba directamente a la cara del niño.
-Pero doña silla usted no es de relleno es de muelles, si le quito el tapizado me saltará ese muelle a la cara y a lo mejor me pincha un ojo.
-¿Y a mí qué? Esa es la función de mis muelles, pinchar y agujerear y tú eres un niño tonto, o sea haz lo que te digo y no pienses que no sabes cómo hacerlo.
Es verdad que al niño tonto eso de pensar se le daba mal, pero al cabo cayó en la cuenta de que era tonto no idiota, volvió al mostrador y cogió un martillo que antes había visto allí y sin pensar, porque él no sabía pensar, golpeó con fuerza todas las tachuelas que antes había arrancado y volvió a meterlas donde estaban.
-¡Noooooo! ¡Noooooooo! Gritaba la señora silla, ¡deja de hacer esoooo!
Pero el niño tonto siguió golpeando hasta que la silla quedó como al principio, luego devolvió las herramientas a su sitio y se sentó en la incómoda silla golpeteando con los tacones una de sus patas.
Al final hizo el recado y volvió tan contento a su casa.
Moraleja: No hagas favores a sillas desconocidas que igual te saltan un ojo.