AUMENTO DE LA FAMILIA TONTUNA

Un día el niño tonto decidió salir a pasear con su hermanita y mostrarle las maravillas del mundo.

Mientras caminaban iba señalando las cosas, “esto es una flor” decía, “esto un puente”, “esto un gato”, etc. etc. su hermanita miraba todo con ojos como naranjas y admiraba a su hermano por tanto como sabía.

Caminando, caminando, llegaron a la tienda de relojes. El niño recordó algo referente a un cuco de madera, así que entró para intentar dar forma a ese recuerdo que le rondaba por la mente.

Como siempre el amo de la tienda no le hizo ni caso o sea que pasó al fondo de la tienda con su hermanita de la mano.

Estaban a punto de dar las 11 de manera que sería un buen momento para intentar conversar con don cuco. Once veces saldría y once veces lanzaría sus preguntas.

A los pocos minutos empezaron a sonar las horas y el pajarillo salió disparado de la casa-reloj:

Señor Cuco…
Cucú
Verá yo…
Cucú
Quería saber…
Cucú
¿Por qué es Vd.…
Cucú
De madera?
Cucú

Faltaban 6 cucús y el pajarillo desaparecería hasta las 12. El niño tonto se estrujó su neurona, apretó los dientes y frunció el cejo forzando el pensamiento y una especie de idea vino a su mente. Había observado que el pájaro viajaba sobre una plataforma impulsada por un resorte que luego se replegaba sobre si mismo metiendo todo el paquete de nuevo en la casa-reloj.
 
En la siguiente salida metió su bolígrafo en uno de los huecos del resorte trabando el movimiento de retroceso.

El pajarillo de madera quedó a un palmo de su casa-reloj.

El niño lo miró fijamente y preguntó:

¿Me contestará ahora señor Cucú?

La niña boba miraba alternativamente ora a su hermano ora al pajarillo, no entendía ni papa.

Un largo minuto de silencio y finalmente el pajarillo suspiró, se sentó en la plataforma y cruzó sus patitas.

-Bueno amigo lo has conseguido-dijo, levantó una alita y de debajo sacó un diminuto paquete de tabaco que encendió rascando una aun más diminuta cerilla contra su muslo de madera.

Aspiró profundamente y exhaló una pequeñita voluta de humo.

-Ufff, estaba deseando echar un cigarrito. Bueno qué ¿nos vamos o qué?

Ambos niños miraban fijamente al pajarillo con la boca abierta de par en par y los ojos desorbitados por la sorpresa.

-Pero…pero ¿Vd. Se mueve? Creí que estaba clavado a la plataforma, yo solo quería…

-Solo quería, solo quería, pues has conseguido más de lo que querías, a partir de hoy iré contigo a todas partes, me has liberado y seré tu compañero hasta que te mueras, porque yo no me muero nunca, así que andando niño tonto, tenéis mascota nueva ¡jajajajaja! Cuando estemos lejos del relojero ya te contaré de qué va esto. ¡Vamos, vamos! Que igual nos ve y nos atrapa, me meto en tu bolsillo y cuando estemos en casa ya saldré- y así diciendo se deslizó hasta el bolsillo de la chaqueta después de apagar el cigarrillo en la planta de su patita.

Sin pensárselo dos veces el niño y su hermanita salieron disparados de la tienda. En realidad no hacía falta que corrieran, el relojero una vez más ni se fijó en su presencia.

Corrieron y corrieron hasta llegar a su casa, una vez allí el pajarillo sacó la cabecita con precaución y una vez comprobada la seguridad, salió, se dejó resbalar por el brazo del niño tonto y se plantó en medio de la mesa con las alitas en jarras mirando en derredor y moviendo la cabecita con gesto de aprobación.

-Bueno, bueno, me gusta. ¿No querrás que te cante las horas verdad? Porque estoy harto y tengo la garganta hecha cisco. No, no vuelo, soy de madera ¿recuerdas? Cerrad la boca que os van a entrar moscardones.

-Y ahora empieza a preguntar.

…Pero esa historia es para contarla en otro momento.