El título es un remedo de un libro excepcional llamado La piedad peligrosa escrito por Stephen Zweig, trata de lo fácil que es confundir amor y amistad.
En mi caso intentare explicar lo fácil que es confundir generosidad y manipulación.
Hay gente generosa, generosa de verdad, es decir gente que da sin esperar nada a cambio, hay otros que dan esperando algún tipo de contrapartida y hay los generosos que lo único que buscan es el control.
Pongo ejemplos que así me explico mejor.
Hace unos añitos se me ocurrió la tonta idea de salir por la tele, ya ves tú. El caso es que escribí a un concurso y al cabo de varios meses me llamaron para asistir a los estudios de TV.
Veamos, puntualicemos, salir por la tele no es cosa que hagamos todos los días ni todo el mundo, no es que sea un fin en sí mismo pero sí es algo diferente y tal vez único en la vida de gente como yo que no me dedico a nada que tenga que ver con la cosa del espectáculo. En esa época tenía una amiga que vivía un poco a mi sombra, una persona muy, pero que muy generosa sobretodo conmigo, tanto que muchas veces me agobiaba su entrega, tenía que cuidarme de pronunciar en voz alta algún deseo cuando ella estaba presente a riesgo de que al día siguiente ese deseo expresado por mi se convirtiera en un presente por su parte.
En ese escenario se me presentó la oportunidad de asistir a un plató de TV y verlo por dentro, vivir esa experiencia que al parecer engancha tanto y grabar esa experiencia en una cinta de VHS que era el sistema de grabación que en ese momento estaba en uso.
Naturalmente mi amiga vino conmigo, yo también soy generosa y me pareció que vivir esa experiencia tal vez única la haría feliz, era mi amiga, ni se me ocurrió excluirla de esa vivencia.
Paseamos por los estudios con cara de muñeca hinchable pueblerina o sea haciendo OOOOOOOH, poniendo los ojos como platos y maravillándonos con las luces, los presentadores, las azafatas y todo el bussines que por allí rondaba.
Un par de minutos antes de salir al plató me llamó aparte y con los ojos llorosos por la emoción puso en mis manos un paquetito prolijamente envuelto con sus lacitos y todo: “Para que te de suerte” me dijo. Abrí el paquetito y una familia en miniatura de tigres de silicona quedó en mis manos, la mire sin entender y ella me aclaro: “Tu signo del zodiaco chino es tigre, así que seguro que te dará suerte, llévalo encima”; con esto quedó sentenciado que de alguna manera ella también estaba en el plató conmigo.
Aclaro que mucha gente iba con un amuleto, yo no tenía intención de llevar ninguno, no tengo esas manías, pues bien, de golpe y porrazo me encontré con que tenía un amuleto que no deseaba y que durante el resto de mi vida cuando viera esa cinta de video me recordaría a la persona que me lo había incrustado, Mi Momento, solo Mío, dejó de serlo para convertirse en algo compartido en contra de mi voluntad, éramos yo y un tigre de plástico en representación de mi amiga que también salía por la tele.
Podéis decirme que me podría hacer negado a llevarlo encima, pero ¿cómo le rompes el corazón a una persona que muestra su generosidad y su amistad regalándote algo para darte suerte?
Además en ese momento no hice esa reflexión, sólo noté que no me gustaba sentirme obligada a hacer algo que no había previsto pero no caí en la cuenta de la “peligrosa generosidad” de la que hacía gala mi amiga.
Tuve que inventarme un motivo para llevar ese amuleto al plató cuando el presentador me preguntó sobre él, tampoco me gustó tener que mentir en la primera y única ocasión en que salí por la tele, pero la generosidad de mi amiga me puso en ese brete y tuve que adaptarme.
Por suerte no tuve la precaución de convertir mi cinta de VHS a un formato compatible con las nuevas tecnologías y mi presencia ante las cámaras está perdida y olvidada entre otras cintas que ya no son visionables, ni ganas.
Tiempo después y por motivos que no vienen al caso pero que tienen mucho que ver con esa generosidad empalagosa y condicionante, esa amistad quedó también perdida y olvidada entre otras muchas a lo largo de mi vida.
Conclusión, no confundir generosidad con control, si la generosidad de alguien os incomoda es que no es generosidad sino un intento de manipulación.