EL SÍNDROME EL CALCETÍN ERRANTE


Tal vez alguno de vosotros recordareis el grave trauma que significó para mí la huida de mis bragas de toda la vida y posteriormente la traición de los sostenes que se largaron en búsqueda de las bragas, pues bien parece que la cosa no ha acabado ahí.

A partir de esos tristes hechos y a fin de evitar que se repitieran, he comprado las prendas interiores a peso, es decir en el mercadillo, sin mirar a la cara a ninguna prenda y buscando la absoluta falta de compenetración con ninguna de ellas, he pretendido que todas tuvieran una evidente ausencia de personalidad, todas son del montón, unas iguales a otras, pero al parecer un calcetín con ideas propias se ha colado en mi casa.

La cosa empezó días atrás al recoger la ropa de la lavadora, me faltaba un calcetín, busqué y rebusqué pero nada, creí que tal vez me había equivocado y no lo había metido en la máquina pero por más que lo busqué en mi habitación, en el cesto de la ropa sucia, en el trayecto de este a la lavadora, etc. etc., no lo encontré.

Como la cosa no tenía más importancia pronto lo olvidé ya que me quedan otros 23 calcetines exactamente iguales, por lo que no hay motivo para echar uno en falta. 

Días después al volver a poner la lavadora ésta no evacuaba el agua, “hay algo en el filtro” dictaminó el técnico que procedió inmediatamente a limpiarlo, y cuál fue mi sorpresa que lo que impedía el paso del agua era mi calcetín desaparecido, lo miré con el ceño fruncido intentando encontrar algún síntoma de personalidad pero el calcetín parecía tan estúpido como siempre y como el resto de sus congéneres.

Otra vez olvidé el tema o al menos lo intenté, ya que a las pocas horas de haber tendido el calcetín una llamada a mi puerta lo trajo de vuelta a mi memoria y a mi casa, si, a mi casa ya que subrepticiamente y aprovechando la oscuridad de la noche se había deslizado hasta el patio de la vecina del piso inferior, “el viento lo ha hecho caer” decía me vecina, le di las gracias, cerré la puerta y de nuevo examiné a fondo el calcetín  huidizo, pero nada en su aspecto revelaba que tuviera más inteligencia que la cazuela donde frio los huevos ( que si tuviera la más mínima inteligencia no me dejaría que le quemara el culo).

Desde entonces la cosa se ha repetido diversas veces y en diversos escenarios, por ejemplo lo metí a bulto entre los otros calcetines en el cajón superior de mi mesilla de noche y apareció en el cajón inferior, supongo que es el mismo porque todos son iguales pero dudo de que haya dos calcetines con ansias libertarias.

Un día lo saqué a la escalera y lo deposité en el pasamanos dándole así mi bendición para que abandonara mi casa, pero a los tres días me harté de verlo allí arrugado como culo pollo y lo metí de nuevo para adentro.

No sirve de nada que lo tire por la galería ya que la vecina amablemente me lo devuelve tantas veces como yo lo eche a volar.

De manera que tengo un dilema, es evidente que no quiere estar aquí y yo respetuosa con las libertades ajenas no quiero retenerlo, pero al parecer no encuentra su camino y se va sólo a medias, juega al escondite pero solo dentro de casa, en cuanto lo saco de ella se las ingenia para volver.

No quiero tomarle cariño para no sufrir otra vez si algún día consigue por fin alejarse de mí, pero resulta difícil ya que me divierte buscarle por la casa, y he empezado a reconocerle entre sus 23 parientes, sé cual es aunque lo apretuje entre ellos, ¿será porque como no lo meto en la lavadora empieza a oscurecer el  color blanco inicial?, no lo sé, solo pido a cualquiera de vosotros que se le ocurra una solución a este dilema que me lo haga saber, no corre prisa, mientras tanto juego al escondite inglés con el calcetín errante.